martes, 28 de agosto de 2012

El beso frio


Estaba estirado en mi cama envuelto en un silencio embaucador. Oía como las ojas de los árboles otoñales iban moviéndose con el vaivén del aire mientras por la fuerza de éste, se precipitaban al vacío en el cual serían una parte más de la dura y fria acera otoñal. 

Aunque el exterior era frio, estaba tranquilamente estirado escuchando el silencio irónicamente. No quería hacer nada después de todo el día atrajeado en el trabajo. Entonces tuve una alucinosis en la que el canto del aire rozando las ojas me hablaba. Era imposible, me decía. Pero estaba oyendo como la brisa fresca entraba por las rendijas de una ventana un tanto oxidada que, por lo contrario, no era demasiado antigua. El aire se filtraba como el agua viva entre los dedos de una mujer de largos dedos. 

Entonces me levanté para cerrar la ventana con tal de que la corriente no perturbara mi sueño y entonces, una ráfaga de aire, abrió las puertas de par en par. El aire empezaba a danzar por mi habitación. Movía cortinas, sábanas y movía hasta mi pelo y pijama. Sentí el frio beso del aire en mi nuca cuando me giré para asegurarme que unos papeles no salían volando en medio de esa danza eólica.

La corriente de aire cesó menos en las cortinas, que seguían ondulando como si fueran las faldas de una bella mujer en una fiesta. No podía dejar de mirar la cortina blanca que traslucía la poca luz lunar que llegaba a causa de las frondosas nubes que habían en el cielo. Estaba totalmente hipnotizado por el baile de las cortinas que cubrían la ventana por la que había entrado todo ese festín.

Me acerqué lentamente, notando con mis cinco sentidos cada segundo de esos momentos. El tacto de las sábanas de algodón recién lavadas y perfumadas con olor a lavanda, la textura de mi armario rústico, el baile de las hojas de la calle... Llegué a la cortina danzante, la toqué ligeramente y noté un escalofrio por la espalda que me recorría todo el cuerpo. Acto seguido, el baile se detuvo por completo. estuve perplejo unos segundos. Era una corriente de aire la que parecía contornearse en la cortina. No podía ser real, asi que, cerré la ventana, cerré las cortinas inmoviles y me metí en la cama. No obstante, pensé en ese frio beso otoñal en la nuca todo el resto de la noche.

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